👣 El Aprendiz
Formación sindical para quienes inician el camino
Bienvenida/o a El Aprendiz, un espacio creado para acompañar a quienes dan sus primeros pasos en el mundo sindical. Aquí encontrarás herramientas sencillas, consejos prácticos, historias reales y recursos visuales que te ayudarán a entender tu papel como representante, afiliado o defensor de los derechos de las y los trabajadores al servicio del Estado.
¿Por qué esta sección es importante?
Porque nadie nace sabiendo, y el sindicalismo democrático necesita nuevas generaciones preparadas, críticas y comprometidas. El Aprendiz busca fortalecer la confianza, el conocimiento y el sentido de pertenencia de quienes se integran al movimiento, para que el relevo generacional sea también una evolución consciente y valiente
Atentamente
Ingrid Paulina Hernández Valverde
Marla Pamela Garibay Mancera
Gabriel Gutiérrez González

Bitácora del Aprendiz
3 de junio, 2025
Lo que nadie te dice del trabajo organizativo
Por El Aprendiz
Cuando entré al sindicato pensé que todo era marchas, reuniones, discursos, banderas y asambleas. Y sí, también es eso. Pero con el tiempo, fui descubriendo un lado del sindicalismo que nadie me advirtió. Un lado silencioso, cansado, a veces frustrante, que no sale en las fotos ni se aplaude en los actos públicos.
Ese lado se llama trabajo organizativo. Y déjame decirte algo que aprendí a la fuerza: el trabajo organizativo es lo más difícil, lo más solitario y, curiosamente, lo más importante de todo lo que hacemos.
Me explico.
Yo me acerqué al sindicato con ganas, con entusiasmo. Veía injusticias en mi centro de trabajo y quería hacer algo. Empecé acompañando a una compañera delegada a visitar otras áreas. Ella me decía: “Hay que escuchar, hay que estar presentes, hay que ir sembrando.” Yo no entendía del todo qué significaba eso de “sembrar”. Pensé que con solo hablarles de sus derechos a los compañeros, ya se iban a interesar, a unir, a participar. Iluso de mí.
La primera vez que organicé una reunión, invité a diez compañeros. Fue en el horario de comida, llevé galletas, preparé un cartelito con marcadores, tenía mi discurso medio ensayado. Llegaron dos. Y uno de ellos solo fue a decirme que tuviera cuidado, que andaba muy visible, que eso no gustaba a “los de arriba”.
Me dio vergüenza. Me enojé. Me dieron ganas de dejar todo. Pero la delegada, que ya sabía de eso, solo me puso una mano en el hombro y me dijo: “Así se empieza. No lo tomes personal. El trabajo organizativo es eso: picar piedra.”
Desde entonces, he vivido muchas cosas que nadie me contó. Como ir a pegar un cartel y que lo arranquen en menos de una hora. Como quedarte esperando a una reunión con sillas vacías. Como escuchar que te dicen “agitador” o “problemático” cuando solo estás defendiendo lo justo. Como ver a compañeros que hoy te aplauden y mañana se esconden. Como tener que explicar mil veces lo que significa el contrato colectivo, el comité, el reglamento, y que te miren como si hablaras en otro idioma.
Pero también, poco a poco, he visto cosas que valen oro. Como una compañera que te llama bajito y te dice: “Gracias por lo que haces, yo aún no me animo, pero te leo.” Como un trabajador que un día se anima a ir contigo a Recursos Humanos, temblando, pero decidido. Como los ojos de una delegada que llevan años en esto y que aún se le iluminan cuando alguien nuevo dice: “Quiero aprender.”
Lo que nadie te dice del trabajo organizativo es que es lento, ingrato a veces, pero profundamente transformador. Que no hay aplausos, pero sí huellas. Que no hay reflectores, pero sí raíces. Y que tú no lo haces por fama, lo haces por convicción. Porque un día entendiste que lo injusto se vuelve costumbre cuando nadie lo cuestiona, y que alguien tiene que empezar a decir “no”.
Yo sigo siendo El Aprendiz. Sigo tropezando. Me canso. Me frustro. Pero también he descubierto que cada conversación, cada duda que siembras, cada hoja que entregas, cada mirada que cambia, es una semilla. Y que a veces no ves el fruto, pero otros lo verán.
Así es el trabajo organizativo: invisible por fuera, pero imprescindible por dentro. Y aunque duela, aunque tarde, aunque canse… vale la pena.
ÁREA JURÍDICA LABORAL
Paulina, Marla y Gabriel
#SindicatoInformadoSindicatoEmpoderado
https://linktr.ee/asesoresjuridicoslaborales

Bitácora del Aprendiz
Cómo enfrenté una injusticia laboral con el respaldo de mi sindicato
Por El Aprendiz
Hace unos meses, todavía creía que “llevarla tranquila” en el trabajo era la única forma de sobrevivir en el servicio público. Evitar conflictos, agachar la cabeza cuando algo no te parece, aceptar órdenes aunque parezcan absurdas. Me lo dijeron muchas veces: “Tú no te metas”, “mejor cuida tu plaza”, “esos pleitos no te tocan”. Yo lo creí. Hasta que la injusticia me tocó a mí.
Trabajo en un área administrativa dentro de una institución pública. No soy el más nuevo, pero tampoco soy veterano. Conozco lo suficiente como para no perderme en los trámites, pero aún me cuesta entender cómo se manejan los hilos del poder dentro de las oficinas. La mayoría de las veces se trata de saber a quién obedecer, no qué dice el reglamento.
Una mañana, sin previo aviso, recibí un oficio de reubicación. De la noche a la mañana me mandaban a una zona operativa en campo, sin capacitación previa, sin análisis de perfil, sin justificación alguna. Era evidente que no tenía nada que ver con mi experiencia ni con mis funciones previas. Lo tomé como una confusión administrativa. Fui a preguntar. Me dijeron que era “una instrucción superior” y que debía acatarla. Pedí razones. Me dijeron que “no las había”. Solo obedeciera. Punto.
En ese momento sentí una mezcla de rabia y miedo. Rabia, porque era injusto. Miedo, porque sabía que en la lógica institucional eso podía significar un castigo encubierto, una forma de aislarme, de presionarme. Y sí, lo supe después: todo venía de una diferencia con un jefe que no tomó bien una sugerencia que hice en una reunión, en voz alta, delante de todos. Nada ofensivo. Solo cuestioné la viabilidad de una decisión. Pero en ambientes jerárquicos, hablar puede costarte caro.
Volví a casa con la cabeza llena de dudas. Pensé en rendirme, aceptar el cambio, esperar que el tiempo lo curara. Pero esa noche recordé que unas semanas antes, un compañero me había invitado a una plática del sindicato. Fui por compromiso, sin mucha fe. Escuché a una delegada decir: “No estás solo, aunque a veces lo parezca. No estás sola, aunque te quieran hacer creer que sí.” Me pegó esa frase. Me acordé. Y al día siguiente, fui a la oficina sindical.
Me recibió una compañera, con paciencia y conocimiento. Le conté mi caso. Me pidió el oficio, mis antecedentes, mi nombramiento. Me dijo: “Vamos a revisar esto juntos.” Yo no sabía que tenía derechos más allá de mi salario. No sabía que existían disposiciones legales y cláusulas en las condiciones de trabajo que protegían el principio de idoneidad, que exigían una justificación razonada para cualquier cambio de adscripción. No sabía que podía oponerme de forma legal, respetuosa, pero firme.
En menos de una semana, el sindicato solicitó una reunión con Recursos Humanos. Yo estuve presente, pero esta vez no estuve solo. Escuchar a la representación sindical hablar con firmeza, citar la Ley y las condiciones de trabajo, señalar los vicios del procedimiento, exigir una explicación, fue como ver encenderse una luz en una habitación que creía condenada a la oscuridad.
El cambio fue revertido. La reubicación quedó sin efecto. Nadie lo dijo explícitamente, pero entendieron el mensaje: no podían actuar por capricho sin consecuencias.
Pero lo más importante no fue eso. Lo más importante fue cómo me sentí: acompañado, reconocido, parte de algo más grande que yo. Me di cuenta de que el sindicato no es solo un escritorio lleno de papeles o un logo en una manta. Es una red de personas que han decidido no dejarse solos los unos a los otros. Es una forma de recuperar la dignidad cuando alguien intenta arrebatártela en silencio.
Desde entonces, he cambiado. Escucho más. Me informo. Participo en reuniones. Ayudo a otros compañeros que están viviendo algo parecido. Y aunque sigo siendo nuevo en muchas cosas, ya no me considero un espectador pasivo de la vida laboral. Empecé a caminar con otros. Y cuando caminas con otros, la carga se reparte, el miedo se disuelve, y la esperanza regresa.
Soy El Aprendiz. Pero hoy, después de esta experiencia, me siento un poco menos aprendiz… y un poco más parte del movimiento.
ÁREA JURÍDICA LABORAL
Paulina, Marla y Gabriel
#SindicatoInformadoSindicatoEmpoderado